Yo bajaba los ojos y cuando volvía hablar volvía a mirarle.
Estudiando el dibujo de su cara, el contorno de sus labios.
Más bien palidos, más bien finos y dibujados con tanta precisión.
Tan rigurosamente ajustadas las curvas del uno a las del otro.
Que parecía que pensaba con ellos, o que su boca era una boca pensada.
Y volvía a mirarle…
Al instante la luz atravesaba su camisa que dejaba ver una piel que parecía dorada.
Y me sonreía..
Hacía como si le escuchase con una atención enorme, pero en realidad no hacía más que mirarle.
Me entretenía en observar su pelo.
Mientras el hablaba yo iba pensando detalles que me faltaban.
Le miraba firmemente, como para comprender lo que decía.
En ese instante suena el ultimo tono de moda y su mirada se para en mí.
Yo le miro como diciendo: Yo no soy, eh?
Son esas reuniones con profes, tutores, papas y normas a las que suelo asistir, me sudan las manos y me da la tos.
Y el tono no era mio…, era el de la mama de Emilio que estaba sentada delante de mí.
(Pensé, sera la cazadora de cuero y los tejanos)
Y volvía a mirarle…
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